El fenómeno de la posverdad y la sociedad peruana: la segunda vuelta electoral 2021
- Muro Llano
- 25 jun 2021
- 6 Min. de lectura

Sebastián Ruales, estudiante de IX ciclo de Ciencia Política y Gobierno en la Pontifica Universidad Católica del Perú
Micaela Montes, estudiante de VI ciclo de Humanidades con mención en Estudios Teóricos y Críticos de la Pontifica Universidad Católica del Perú
La segunda vuelta de las elecciones del 2021 han sido las más polarizadas en estos últimos 20 años. No solo por la representación de dos polos opuestos de pensamiento –y lo que como candidatos representan–, o la manera de hacer campaña y apelar a las masas, sino por otro elemento que va más allá del contexto electoral, la pandemia de COVID-19. Esta ha sido un factor bastante importante, puesto que ha cambiado los modos de interacción entre las personas en todos los ámbitos. En ese sentido, la pandemia ha cambiado –al menos en zonas urbanas– los modos de hacer campaña y, así, se han privilegiado los espacios virtuales para la propaganda política. Es en estos espacios que han surgido diversas prácticas que son más propensas a desarrollarse en espacio virtuales, los cuales repercuten en la realidad. Dentro de estas prácticas las más resaltantes han sido la propagación de las fake news y de un macartismo –cargado de connotaciones coloniales– hacia las opciones de izquierda. El estudio de estas expresiones sociales es posible gracias al concepto de la posverdad que provee una visión interna para conocer este fenómeno. En ese sentido, este artículo sostiene que la segunda vuelta de las elecciones ha permitido evidenciar la existencia de un mundo caracterizado por la posverdad en la sociedad peruana.
El tema de la posverdad es bastante complejo, por ese motivo, los autores que estudian este fenómeno no cuentan con una única definición del término. No obstante, estos autores presentan en sus definiciones las mismas características por lo que permite realizar un estudio sistemático del fenómeno en cuestión. Así, una definición que recoge lo esencial de la posverdad es la presentada por Victor Krebs (2020).
Lo que llamamos “posverdad” en nuestra época no es, entonces, solo la mentira, ni siquiera la combinación de la mentira con la política, sino el desplazamiento de la verdad como eje del mundo y su sustitución por un híbrido que se valida por factores muy diversos, e incluso a veces contrarios, a lo que es la realidad. (pp. 271)
Se puede decir que este autor no concibe a la posverdad como una mera mentira, sino una alteración de la realidad y los valores de la verdad, los cuales se ven afectados por otra cualidad del fenómeno: la emotividad. Esta es una característica importante, puesto que el discurso creado desde la posverdad gira en torno a esta para reemplazar una información de carácter más objetiva. Así, a la posverdad “(s)e la define como un adjetivo relacionado a circunstancias en donde los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que aquellos que apelan a la emoción y a la creencia personal” (Estrada, Alfaro y Saavedra, 2020, pp. 98). Este componente emotivo crea un desbalance en la verdad y encuentra en los espacios virtuales, otro componente importante, un lugar de reproducción masificado y eficaz. Es de esa manera, que el desarrollo tecnológico actual, a través de “la posibilidad de reproducción inmediata y la facilidad y velocidad de comunicación en las redes virtuales, todo eso proporciona el perfecto medio para que se replique cada vez más efectivamente el virus de la posverdad” (Krebs, 2020, pp.272). Además, esta problemática se relaciona con la anuencia de las redes sociales de revisar y verificar los hechos compartidos en estos medios digitales, debido a que no existe la obligación de realizar esta tarea. En ese sentido, los medios digitales son parte del problema, puesto que “el poder de manipulación de la realidad, de crear la ‘verdad’ como tal, es un subproducto de la era digital” (Krebs, 2020, pp. 271).
"La segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú en el 2021 ha evidenciado que la sociedad peruana está inmersa en el mundo de la posverdad que es un fenómeno en el que se ensalza la mentira y falta de objetividad sobre un tema con la finalidad de apelar a los sentimientos de la persona. Este suceso se ha visto en la práctica al momento de utilizar las fake news para poner en tela de juicio ciertos procesos electorales o a través del macartismo político hacia un grupo de electores de un candidato. Finalmente, las redes sociales y los medios de comunicación fueron los principales agentes difusores de este fenómeno".
La segunda vuelta electoral fue un espacio propicio para el florecimiento de estos discursos y fake news ligados al fenómeno de la posverdad. De esa manera la polarización se mezcló con la emotividad de los electores y, así, en las redes sociales se vio un discurso marcado por el racismo y clasismo hacia uno de los dos candidatos. Estas prácticas afectaron al candidato Pedro Castillo, quien fue tildado de “ignorante”, “cholo”, “comunista”, y demás a partir de discursos tergiversados por las redes sociales que mostraban publicaciones perjudiciales para el candidato. No obstante, este discurso no solo fue dirigido al candidato sino, prácticamente, a todos los no votantes por Keiko Fujimori. En ese sentido, se dio en las redes sociales una campaña macartista para deslegitimar la figura del candidato y las preferencias electorales de los votantes. Así, se utilizó el nombre de instituciones para propagar estas narrativas de deslegitimación. Esto fue posible gracias a la posverdad, la cual, al apelar a las emociones de los votantes, llevó a que estos olvidaran discursos objetivos que mostraran la verdad con respecto a este candidato. Todo esto fue acompañado y ensalzado por las fake news que no solo atacaron al candidato, sino también, a instituciones y figuras públicas relacionadas al gobierno. Es más, se utilizó el terruqueo –un recurso utilizado usualmente para deslegitimar posiciones contrarias al status quo– con la finalidad de ensuciar a actores estatales que se les acusó de no mantener una neutralidad en el proceso y haber favorecido, supuestamente, a Pedro Castillo.
Es así que, la posverdad representa un peligro para las sociedades democráticas. Esto es porque “pone en cuestión precisamente el presupuesto moral que hace de la verdad un valor indispensable y de su pérdida una catástrofe” (Krebs, 2020, pp.273). De esa manera, los políticos pueden aprovechar este desplazamiento de la verdad para favorecerse y poner en tela de juicio instituciones y procesos inherentes al sistema democrático. Este es el caso del llamado fraude sistemático en las elecciones, en el cual se cuestionó la veracidad de las actas electorales contabilizados por la ONPE, ya que hubo irregularidades que “expresaban evidentemente” un favorecimiento al candidato Pedro Castillo en las mesas de sufragio. Sin embargo, esto nunca fue confirmado, debido a que los organismos internacionales y nacionales constataron la legitimidad y transparencia del proceso electoral. Al deslegitimar a un candidato por medio de presupuestos no comprobados se está poniendo en tela de juicio todo el proceso electoral. Una situación de tal magnitud solo provoca un descrédito hacia el régimen democrático permitiendo que voces antidemocráticas realcen y tomen mayor importancia en el espacio público tanto físico como virtual. Es así que se escuchan voces que piden anular las elecciones, proceso que no está contemplado en las leyes peruanas, o que se realice un golpe de Estado. Así, la reproducción de estos discursos intolerantes apoyados por fake news son la expresión de la falta de una cultura y valores democráticos en la sociedad peruana.
"Durante las elecciones presidenciales del 2021, debido a las fake news posibilitadas por el fenómeno de la posverdad, se creó la narrativa por parte del candidato perdedor y su equipo de que el proceso electoral había sido fraudulento. Sin embargo, los organismos internacionales y nacionales que verificaban este proceso afirmaron que todo lo sucedio había sido totalmente legal".
A su vez, otro actuar que jugó un rol determinante en la deslegitimación de este proceso electoral fueron los medios de comunicación, ya que algunos de estos compartían noticias no comprobadas acerca de uno de los candidatos con la finalidad de afectar su imagen pública de manera negativa. Asimismo, se apreció un sesgo mediático, criticado por observadores internacionales, hacia la candidata Keiko Fujimori, la cual fue apoyada por medios de comunicación nacionales. El rol de los medios resulta criticable, puesto que su imparcialidad, veracidad y objetividad se puso en cuestión cuando eligieron difundir información no verificada con la finalidad de ser más interesantes, apelar a los sentimientos de las personas y a su indignación con respecto de la situación actual (Fowks, 2020).
En conclusión, la sociedad peruana está inserta en una cultura caracterizada por la posverdad, la cual se vale de las fake news, los medios digitales y la emotividad para desplazar a la objetividad de la información. El arraigo que han tenido estos discursos demuestra la falta de una sociedad democrática que expresa un interés mínimo por preservar la institucionalidad y los espacios deliberativos existentes. Así, se hegemoniza una narrativa que desacredita visiones diferentes que no son compartidas por los sectores más conservadores de la élite y población peruana.
Bibliografía:
Estrada, A., Alfaro, K., y Saavedra, V. (2020). Disinformation y misinformation, posverdad y fake News. Precisiones conceptuales, diferencias, similitudes y yuxtaposiciones. Información, cultura y sociedad, pp. 93-106.
Fowks, J. (2020). Algunas precisiones sobre la posverdad y el periodismo. En M, Giusti (Ed.), Verdad, historia y posverdad: La construcción de narrativas en las humanidades, pp. 259 - 266.
Krebs, V. (2020). El síntoma de la posverdad. En M, Giusti (Ed.), Verdad, historia y posverdad: La construcción de narrativas en las humanidades, pp. 267 - 275.
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