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Matrimonio infantil: una mirada crítica en su relación con la pobreza

  • Vania Campana
  • 3 dic 2020
  • 4 Min. de lectura


Vania Campana - Estudiante de Derecho de la Universidad de Lima


En la actualidad, cuando nos referimos a la pobreza y desigualdad pensamos que su principal causa es la falta de educación y acceso a los servicios básicos. Sin embargo, una de las causas más importantes de los problemas previamente mencionados es el matrimonio infantil y su aceptación en distintas culturas alrededor del mundo. Dicha práctica no solo pone fin a las esperanzas y los sueños de las niñas, sino que también obstaculiza los esfuerzos para poner fin a la pobreza y lograr el crecimiento económico y la equidad. En el presente artículo se presentarán las distintas razones por las cuales el matrimonio infantil es tanto una causa como una consecuencia de la pobreza y desigualdad a nivel global.


Una investigación del Banco mundial reveló que al menos 1 de cada 3 mujeres se casa antes de los 18 años y 1 de cada 5 mujeres tienen su primer hijo antes de los 18 años (Banco Mundial)

Por definición, el matrimonio infantil es una unión en la cual una de las partes es menor de edad; es decir, según el Glosario Oficial de la ONU, menor de 18 años. Asimismo, el matrimonio forzoso es aquel que se produce sin el consentimiento libre de uno o ambos cónyuges, esto incluye el matrimonio infantil pues las personas menores de edad no pueden dar consentimiento pleno. Hoy en día, hay 70 millones de mujeres que se casaron antes de los 18 en todo el mundo[1], por lo que se considera que el matrimonio infantil es un problema que afecta principalmente a las mujeres y niñas. De acuerdo con estudios recientes de la Comisión de la ONU sobre la condición de la mujer, el 38% de niñas que habitan en países subsaharianos se casan antes de cumplir la mayoría de edad y en Asia, el 30% de ellas también contraen matrimonio siendo niñas o adolescentes[2].


Como se mencionó previamente, la principal causa del matrimonio infantil es la pobreza, y esta es curiosamente la principal consecuencia de la misma práctica. De acuerdo con la Comisión de Derechos humanos, los niveles de educación superior conducen a una menor probabilidad de que las mujeres se casen temprano[3]. Este énfasis en el acceso y la calidad de la educación fue respaldado por un informe del Órgano supremo de los Derechos del niño. Asimismo, en las familias de bajos ingresos, las niñas pueden verse como una carga financiera, puesto que no generan ingresos a la familia, de modo que el matrimonio precoz se ve en ocasiones como una solución conveniente. De esta manera, el matrimonio infantil es, parcialmente, resultado de la falta de educación que es ocasionada por la falta de ingresos de la familia. Es importante resaltar que esta práctica niega a las niñas su derecho a tomar decisiones vitales sobre su salud y bienestar sexual. Además, se las obliga a dejar la educación y a vivir una vida de malas perspectivas, con un mayor riesgo de violencia, abuso, mala salud y muerte prematura.


En el año 2017, el Banco Mundial realizó una investigación en la cual se demuestra que al menos 1 de cada 3 mujeres se casa antes de los 18 años y 1 de cada 5 mujeres tienen su primer hijo antes de los 18 años. Así, por ejemplo, una niña que contrajo matrimonio a los 13 años tendrá en promedio un 26% más de hijos a lo largo de su vida que si se hubiera casado a los 18 o más tarde[4]. Es por ello que, económicamente, el matrimonio infantil tampoco es conveniente ya que promueve la pobreza. En la misma línea, el Centro internacional de investigaciones sobre la mujer calculó en base a las estadísticas de matrimonio infantil del 2019 que si este fuese erradicado, los ingresos de las mujeres en el mercado laboral aumentarían. Esto se debe al impacto que tiene esta práctica en la educación. En esta línea, las mujeres que se casaron siendo niñas tienen, en promedio, ingresos que son un 9% más bajos que si se hubieran casado más adelante en su vida. En Nigeria, el país con más casos de matrimonio infantil de los últimos años, esto equivale a 7,6 mil millones de dólares anuales en pérdida de ingresos y productividad[5]. De esta manera, el casarse siendo niñas las obliga a abandonar los estudios y a desempeñar labores domésticas, limitando a sus familias a vivir una vida con malos prospectos y pobreza.


En conclusión, al nacer en un entorno pobre, muchas menores son sometidas al matrimonio precoz, lo cual hace que sus prospectos de vida sean de mínimo crecimiento económico, abusos y violencia. Por ello, las niñas que son educadas están en mejores condiciones de alimentar y cuidar a sus hijos, lo que lleva a familias más pequeñas y económicamente estables. En consideración de todo ello, poner fin al matrimonio infantil ayudará a romper el ciclo intergeneracional de pobreza al permitir que las niñas y mujeres participen de manera más plena en la economía de su país.

Bibliografía:

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