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El precio invisible de la carne ¿cuánto nos está costando en realidad?

  • Foto del escritor: Rodrigo Gonzales
    Rodrigo Gonzales
  • 28 oct 2020
  • 8 Min. de lectura


Rodrigo Gonzales - Estudiante de Derecho en la Pontificia Universidad Católica del Perú


Yo, estoy seguro que al igual que otras personas, amo comer carne, de todo tipo. Siempre la he tenido en mi dieta y nunca nadie me había dicho que estaba mal comerla. Sin embargo, hace 2 semanas vi un documental que cambiaría mi perspectiva de la realidad sobre ella. Al terminar de verlo, comencé a leer investigaciones y noticias que me revelaron algo inaudito sobre este alimento. De esta manera, en las siguientes páginas, te explicaré cómo es que la industria ganadera es un gran contribuidor de gases de efecto invernadero y, por tanto, un actor central dentro del cambio climático.


Recapitulemos, el ser humano ha evolucionado por cientos de miles de años. Para cuando los únicos homínidos eran los Homo sapiens, estos eran cazadores y recolectores, pero entre 10-12 mil años atrás estos empezaron a cultivar los granos y semillas que recolectaban[1]: nació la agricultura. Asimismo, en un proceso simultáneo pero no uniforme entre todas las regiones del mundo, se comenzó a domesticar animales con el propósito de comerlos: el cerdo en china; cabras y ovejas en Asia y África; cuyes y llamas en América[2]: nació la ganadería. Todo ello cambió drásticamente la forma de vida de los humanos. Se comenzaron a formar civilizaciones que requerían de asentamientos más grandes. Para ello, se tuvo que modificar el ambiente en el que vivían; con lo que se obtuvo mayor espacio y comida suficiente para todos. El resto es historia.


Desde entonces, el mundo ha cambiado muchísimo. Hoy, hay más de 7,000 millones de Homo sapiens, y el espacio y recursos son cada vez más escasos. Ciertamente, vivimos en una época con grandes desafíos como lo son el cambio climático y el calentamiento global. Las propias Naciones Unidas (ONU) han establecido como uno de sus objetivos de desarrollo sostenible para el 2030 el combatir el cambio climático y sus efectos[3]. Normalmente, uno pensaría que las actividades económicas que se combatirían a raíz de esto serían las de los sectores energéticos, extractivo y de transporte: las industrias petrolera y minera; y la quema de petróleo en nuestros carros, aviones y barcos.


Todo eso es cierto; sin embargo, hay otra actividad económica que contribuye al cambio climático incluso más que todos los medios de transporte en este planeta y, aun así, es poco conocido su impacto en el ambiente. Me refiero a la industria alimentaria, con especial atención a la producción de carne de res (bovino). ¿No me crees? Veamos los datos.


La producción mundial de carne bovina tiene un impacto directo en el ambiente, contribuyendo al calentamiento global y el cambio climático. Por ello, es esencial que los gobiernos del mundo planteen medidas mitigadoras e, incluso, preventivas de tal impacto.

En primer lugar, en el 2012, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) estimó que existían alrededor de 1 600 millones de cabezas de carne bovina en todo el mundo[4]. Todos estos animales ocupan alrededor de 3,433 millones hectáreas o el 26% del total de superficie terrestre (tierra emergida) del planeta. Para ponerlo en perspectiva, esa área es mucho más grande que Rusia. Asimismo, todas esas hectáreas no son destinadas únicamente a la crianza de los bovinos, sino que también incluye toda la tierra agrícola que se destina a producir alimentos para estos animales, la cual es alrededor del 33% de toda la tierra cultivable (FAO 2006:271).


Adicionalmente, el ganado bovino es uno de los mayores emisores de metano, gas de efecto invernadero (causantes del calentamiento global) que se estima es 25 veces más potente que el dióxido de carbono (CO2) y absorbe más calor que este[5]. Su “contribución” se estima en un 37% de todas las emisiones de metano y en un 9% de todas las emisiones de CO2. Ahora, si incluimos a todo el sector agrícola y ganadero, este emitiría 10% más de gases de efecto invernadero que todo el sector de transporte[6].


En segundo lugar, los efectos del ganado bovino no se limitan al aire, sino que llegan a la tierra y al agua también. En ese sentido, debemos entender que la carne que consumimos proviene de un ser viviente que, al igual que nosotros, tiene necesidades biológicas. Por un lado, el ganado bovino necesita comida y agua para sobrevivir. Lo primero ya se mencionó, pero, con respecto a lo segundo, se sabe que el ganado consume hasta 8% más agua que los humanos: esto incluye, además de lo que efectivamente toman, lo que se usa para irrigar los granos que son parte de su dieta. Por otro lado, estos animales también tienen secreciones (heces y demás) que muchas veces no se toman en cuenta al momento de medir su impacto ambiental. En Estados Unidos (EEUU), un informe de la GAO (Oficina Gubernamental de Responsabilidad, por sus siglas en inglés) determinó que los medios tradicionales de deshacerse de estas secreciones ya no eran sostenibles debido al aumento exorbitante en la cantidad de ganado (1999:13). Entre estas prácticas se puede encontrar el arrojo de estas secreciones a lagos, ríos y océanos. Ello, junto al hecho que a los animales de ganado normalmente les inyectan antibióticos y que sus alimentos contienen pesticidas, ocasiona que se contaminen las fuentes de agua en las que son arrojados sus desechos (FAO 2006:272).


En relación con ello, se debe destacar el impacto de la ganadería en los biomas del planeta. Se estima que el ganado ocupa un 20% de los biomas que solían pertenecer a especies animales salvajes en tierra. Por su parte, en EEUU, los desechos arrojados al agua antes mencionados ocasionan el 55% de la erosión de suelos, así como contribuye cada año al 15% del agua reducida (depleted) en el planeta (FAO 2006:273).


El ganado bovino es uno de los mayores emisores de metano, gas de efecto invernadero que se estima es 25 veces más potente que el CO2 y absorbe más calor que este . Su “contribución” se estima en un 37% de todas las emisiones de metano y en un 9% de todas las emisiones de CO2.

Todo lo descrito hasta ahora ha sido a nivel global o con mayor implicancia en grandes países como EEUU, lo cual es cierto pues es uno de los mayores productores de carne a nivel mundial. Sin embargo, es necesario subrayar que esto no debe ser visto como un problema lejano, como en algún momento lo pensamos con la pandemia del Coronavirus, sino que está más cerca de lo que creemos. América del Sur es la región del planeta que tiene mayores emisiones de CO2 debido a la ganadería, con más de 120 mil toneladas emitidas en 2005 (FAO 2006:394). Los principales emisores de ello fueron Brasil, Argentina y Uruguay.


Me gustaría centrarme en uno de ellos: Al igual que Perú, Brasil es un país Amazónico que ha perdido un gran porcentaje de este bosque en las últimas décadas. Sin embargo, las causas de la deforestación varían en cada país. En el nuestro, la deforestación se debe principalmente a la minería ilegal y actividades agropecuarias[7]. Por su parte, en Brasil, el 80% de la deforestación se debe a la actividad ganadera, la cual es responsable de diversas prácticas, como la quema o tala de árboles, para convertir esas áreas en zonas de pastoreo[8]. Entonces, parecería que el Perú está fuera de peligro de deforestación por esta causa. ¿Cierto? Pues no necesariamente. Creo conveniente explicar un par de cosas más. Brasil es el país que más exporta carne en el mundo, con un 20% de su producción siendo exportada a países de la Unión Europea, EEUU y China. Una de sus empresas nacionales, JBL, es la más grande productora de carne en el mundo. Además, la FAO ha estimado que tanto la producción como el consumo de carne se incrementará de forma sostenida hasta el año 2023[9]. En esa línea de ideas, parece sensato pensar que en un futuro Perú (así como otros países con grandes extensiones de tierra virgen aún por explotar) pueda tener una creciente industria ganadera, incluso a nivel industrial.


Por ello, ante el inminente crecimiento y expansión de esta industria es necesario tomar medidas preventivas a fin de poder tutelar nuestros derechos y proteger nuestro medio ambiente. En ese sentido, a nivel internacional se cuenta con instrumentos jurídicos como la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Protocolo de San Salvador (el cual introduce el concepto del derecho al medio ambiente sano en la Declaración Americana de Derechos Humanos), el Protocolo de Kyoto (el cual pierde vigencia este año) y el Pacto de París. Sin embargo, estos dos últimos instrumentos internacionales solo se enfocan en el objetivo general de reducir gases de efecto invernadero y otorgan libertad a cada país de cómo realizar aquello y bajo qué prioridad realizarlo. Así, el éxito o cumplimiento de los objetivos dependerá mucho de la voluntad política de sus líderes de cada país. Ello representa un gran problema para países subdesarrollados o con altos índices de corrupción.


Ante ello, como se señaló desde Muro Llano, “una visión biocéntrica es necesaria para lograr una protección integral a [...] la Amazonía” (2020:39). Extrapolando la idea, sería ideal que se pueda otorgar una categoría distinta (sujeto de derecho) a ecosistemas como la Amazonía. No obstante, lo más plausible es abocarnos a un reconocimiento efectivo del derecho a un medio ambiente sano. Para lo cual resulta esencial que cada persona tome conciencia y ejerza sus derechos para así poder exigir a los líderes políticos una regulación más justa ante una situación tan invisibilizada y de magnitud global. Entonces, no tiene relevancia preguntarse si el Perú (o del país que seas) tiene problemas ambientales originados por la producción de carne, sino la necesidad de prevenir sus efectos y de no seguir perpetuando el daño a la naturaleza. Lo cual, inevitablemente, nos afectará a los homo sapiens también.


En síntesis, el surgimiento de la agricultura y la ganadería cambiaron a la humanidad de forma permanente. Desde entonces, el crecimiento abrupto de la población ha llevado a que nuestra producción de carne sea tanta que ahora represente un grave problema ambiental: ocupa tierra que solía ser de animales salvajes, emite más gases de efecto invernadero que todo el sector de transporte, sus secreciones contaminan al agua y amenazan la vida marina. A pesar de ello, se ha realizado poco para prevenir que siga pasando. Asimismo, los instrumentos internacionales como el Protocolo de Kyoto o el Acuerdo de París han contribuido poco a revertir esta situación, por lo que lo más efectivo es abogar por un reconocimiento efectivo del derecho al medio ambiente sano. Finalmente, no quería terminar este artículo señalando que bajo ningún presupuesto mi intención con el mismo es deslegitimar a la carne como fuente de alimento o motivar a dejar de comerla. Por el contrario, creo que si comeremos carne, es justo tener toda la información de lo que ingerimos, así como debería ser posible regular esta actividad económica como con otras que también contaminan.

Fuentes bibliográficas:


Alzamora, Brignole, Cedrón, Swayne y Gonzales (2020). Nuevas perspectivas en torno a la Amazonía como sujeto de derecho: Una mirada a Colombia, Ecuador y Perú. Panamazonía como paradigma global, p. 39.


Food and Agriculture Organization of the United Nations - FAO (2006). Livestock long shadow: environmental issues and options. Retrieved from


Goodland, Robert y Jeff Anhang (2009). Livestock and climate change: What if the key actor in climate change are cows, pigs and chikens? World Watch, pp. 11-12.

Grobe, Patrick (2019). Metano: el malvado hermano gemelo del CO2. Deutsche Welle, 21 de octubre. Consulta: 19 de octubre de 2020.


Los Ángeles Times (2019). El ganado está matando al Amazonas; las promesas de Walmart y Nike no son suficientes para salvarlo. Consulta: 19 de octubre de 2020.


Ministerio de Agricultura y Riego (2017). Anuario estadístico Producción Pecuaria y Avícola 2017. Consulta: 18 de octubre de 2020.


OECD/Food and Agriculture Organization of the United Nations - FAO (2014). Agricultural outlook 2014-2023. Retrieved from http://www.fao.org/3/a-i3818e.pdf

United States General Accounting Office - GAO (1999). Animal Agriculture: Waste Management Practices, pp. 7 - 10.


Vía Campesina (2018). Una breve historia de los orígenes de la agricultura, la domesticación y la diversidad de los cultivos. Retrieved from

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