La juventud frente al reto de la construcción de una democracia inclusiva e intercultural
- johanvilcara14
- 12 ago 2020
- 7 Min. de lectura

Johan Vilcara - Estudiante de quinto ciclo de Filosofía en la
Pontificia Universidad Católica del Perú
Ya desde hace varias décadas, por medio de la educación básica que todos como peruanos por derecho merecemos, somos conscientes de que en el Perú habitan diferentes culturas. Aunque en muchos casos nuestro conocimiento al respecto sea somero, la convivencia entre grupos culturalmente diferentes en nuestro país, llamada también interculturalidad, es un hecho comprobable (Ansion, 2007). Sin embargo, en medio de esta interculturalidad de hecho, no siempre las relaciones entre culturas diferentes se llevan a cabo de una manera simétrica y pacífica. En nuestra situación de país poscolonial, la infinita potencialidad de enriquecimiento mutuo a través de las relaciones interculturales se ven truncadas por prácticas estigmatizadoras y de rechazo con profundas raíces históricas (Tubino, 2019). Ante este problema, la interculturalidad como posibilidad o proyecto busca una convivencia dignificante entre las diferentes culturas por medio de políticas de reconocimiento que potencien un interculturalismo crítico que libere nuestras mentalidades y se traduzca en cambios institucionales (Ansión, 2007; Tubino, 2019). A primera vista puede pensarse que la discusión y soluciones frente a lo mencionado se reservan a un ámbito exclusivamente político; no obstante, este ensayo busca rescatar el papel fundamental de los jóvenes en medio de este momento decisivo de nuestra sociedad.
La construcción de una democracia inclusiva e intercultural no se reserva a un ámbito exclusivamente político, sino que los jóvenes cumplen también un rol fundamental en su realización
Como se ha mencionado, las prácticas estigmatizadoras y de discriminación tienen una historia que se remonta hasta la colonia[1]. Allí, un discurso jerarquizador que colocaba a los españoles (blancos) por encima de los autóctonos (indios) configuró la realidad política y social durante lo que duró dicho periodo de nuestra historia. Lamentablemente, ya en el siglo XXI, la investigación Decir y callar nos demuestra cómo es que, tras mucho tiempo después de aquella época, los rezagos de ese discurso racista se mantienen y se han extendido mucho más allá de Lima hasta llegar, incluso, a los ambientes universitarios de los Andes. En el texto, se resaltan los casos de racialización del estudiante universitario bilingüe en la UNSAAC y en la UNSCH a razón de su motoseo[2]. En dicha situación, el motoseo, un fenómeno completamente normal en una persona quechua hablante que habla el español como segunda lengua, se convierte en el causante de que se le atribuyan distintas características denigrantes (pobre, ignorante, etc.) a los alumnos que incurren en él. Además, en medio de esta violencia lingüística, los damnificados interiorizan también la ideología que concibe al monolingüismo[3] como la condición normal e ideal y, como consecuencia, sitúan el problema en ellos mismos[4] (Zavala & Córdova, 2012). La reproducción sistemática de estas dinámicas estigmatizadoras que en el fondo son incongruentes, incluso para quienes las practican[5], encuentra explicación a partir de que el racismo, como construcción histórica que es, cambia de acuerdo con las relaciones de poder de las sociedades y, de esa manera, asume diversas formas según la evolución de la historia social (Segato, citado en Zavala & Córdova, 2012).
Así pues, frente a la experiencia del racismo, el mestizaje se ha difundido como uno de los discursos que pretenden combatirlo. Según dicha posición, nos relata Manrique (1999), el mestizaje generalizado ha liquidado las bases sobre las cuales se asentaba la discriminación racial y, por lo tanto, la desaparición del racismo solo es cuestión de tiempo. Sin embargo, esta argumentación esconde un presupuesto racista dentro de sí: de existir personas que se encuentran en los polos de la discriminación, sin haberse mezclado sus antecesores, la discriminación de uno sobre otro (el blanco sobre el indio o los mestizos) sería fundada[6]. Estas nuevas formas complejas de discriminación, que se hallan en el caso del motoseo y en la “ideología del mestizaje”, corren el riesgo de no poder ser identificadas como tal. Así, con el paso del tiempo, pueden permear en el subconsciente social y cristalizarse. Entonces, de permanecer este subconsciente social racista, las distintas formas complejas de discriminación entre peruanos saldrán a la luz en algún momento, a pesar de vivir en una sociedad que ya las condena. Para Callirgos (1993), este proceso descrito se asemeja al “síntoma neurótico”: cuando un deseo inaceptable para el súper-yo se reprime y guarda en el inconsciente, tarde o temprano, desemboca en una pulsión que lucha por hallar satisfacción al liberarlo. Finalmente, se logra liberar lo reprimido de manera disfrazada, por ejemplo, a través del chiste y la broma. En el caso peruano contemporáneo, el racismo se encuentra muchas veces reprimido dentro de las personas, lo cual no evita que se manifieste indirectamente, en los chistes, o directamente, en situaciones de conflicto.
Frente a la incógnita de qué hacer ante las situaciones descritas, Tubino (2007) nos menciona que, si existiese alguna cosa que no podemos tolerar para evitar traicionar nuestro proyecto, esta deber ser el daño perpetuado por la intolerancia. Es justamente allí donde entra el papel fundamental de los jóvenes, quienes a través de su crítica podrán mejorar el contexto para las siguientes generaciones. No se trata, pues, de que nuestras prácticas y concepciones de la realidad cambien radicalmente a raíz de cada intercambio cultural que podamos hacer con una persona diferente a nosotros. Se trata de encontrarnos dispuestos a escuchar y aprender del otro; a relacionarnos con el diferente; a cuestionar nuestras creencias; y, sobre todo, a procurar conscientemente que estructuras de estigmatización y discriminación –como las descritas por Zavala y Córdova (2010)– no se reproduzcan en nuestras relaciones con los demás. La importancia de todo ello se resume de la siguiente manera:
No podemos generar diálogo allí donde no hay condiciones. Es necesario por esto no empezar por el diálogo sino por hacer evidentes las causas intersubjetivas e institucionales del no-diálogo … Hay que empezar, pues, por una lectura crítica que nos permita desnaturalizar las desigualdades injustas, evidenciar y deconstruir las raíces de la discriminación y el racismo arraigados en una convivencia insana que nos cercena posibilidades de entendimiento y enriquecimiento recíproco (Tubino, 2019, p. 215).
Por lo visto, la importancia de políticas públicas pertinentes que se encarguen de evidenciar nuestros desencuentros y conflictos es fundamental para despertar una crítica transformadora en la gran mayoría del país. No obstante, debemos ser conscientes de nuestro rol activo como constituyentes de la realidad social y hacernos cargo de él. Solo de ese modo, por medio de la crítica social, podremos lograr cimentar las bases de una sociedad inclusiva sobre la cual se puedan construir relaciones sanas y provechosas entre culturas diferentes.
Para finalizar, se hace necesario esclarecer qué entendemos por una sociedad inclusiva. Según las teorías deliberativas de la democracia, las normas, prácticas e instituciones de una sociedad adquieren su validez solo mediante procesos públicos de deliberación, en los cuales los participantes se reconocen como individuos valiosos y dignos de ser escuchados para guiar su propia vida de manera autónoma (Casuso, 2019). Sin embargo, en un contexto de profundas desigualdades sociales, la inclusión de los diversos grupos en los espacios deliberativos no asegura una realización completa de la inclusión en todas las dimensiones sociales. Por ello, para Casuso (2019) las teorías deliberativas de la democracia se ven complementadas por una comprensión de la democracia como participación social plena, aquella sociedad en que las personas sean capaces de desarrollarse en sus múltiples facetas por medio de su inclusión en diversos contextos sociales. Así, el ejercicio de la democracia adquiere un valor intrínseco que va más allá de los beneficios ulteriores que esta pueda generar. En ese sentido, se debe entender a una sociedad inclusiva como aquella cuyas instituciones fomenten procesos de inclusión y de reconocimiento, y que, de ese modo, la realidad social equivalga a la encarnación de las voluntades que constituyen a la sociedad misma. Únicamente una sociedad inclusiva e intercultural puede llamarse a sí misma democrática: poder reconocer a nuestra sociedad como tal debe ser nuestra más grande y ambiciosa prioridad política.
[1] Según Manrique (1999), para poder entender el racismo colonial, hace falta conocer las categorías mentales que portaban previamente los conquistadores. Para ello, haría falta remontarnos a mediados del siglo XV, momento en que los españoles, para fundamentar su identidad nacional, adoptan un cristianismo intolerante que desemboca en persecuciones religiosas y raciales contra judíos y semitas. [2] Para Zavala y Córdova (2010), a la alternancia vocálica entre i-e y entre o-u se le conoce como motoseo. Se nos menciona, además, que esta forma del castellano andino –percibida por los hablantes como “error” o “incorrección”– es aquella que ha cobrado una estigmatización más hegemónica en el Perú. [3] «El menosprecio sistemático de las lenguas y culturas originarias injustamente subalternizadas es una patología social de orígenes históricos. Se trata de una patología que enajena e impide la convivencia dignificante. Pero las lenguas y las culturas menospreciadas, como toda cultura, no existen en abstracto. Se encuentran encarnadas en modos de vida de personas concretas que son estigmatizadas por ser portadoras de rasgos asociados a las culturas subalternas.» (Tubino, 2019, p. 206) [4] «Para esto nos sirve el concepto de “desesperanza aprendida”, un individuo o grupo estigmatizado puede “aprender” cuáles son sus límites, hasta dónde puede llegar. Puede tener baja autoestima, sentimientos de inferioridad, incluso adoptar los prejuicios y estereotipos que recaen sobre él … Este fenómeno no es más que la prueba de que el racismo es una ideología exitosa: termina siendo interiorizada por las propias víctimas.» (Callirgos, 1993, p. 11) [5] «Los mismos alumnos –y los docentes– no pueden justificar la asociación que existe entre ser motoso y una serie de características que se adscriben al sujeto.» «La estudiante … al final afirma que solo se trata de una interferencia a nivel de vocales que no tiene nada que ver con olvidarse de la idea o ser incoherente.» (Zavala & Córdova, 2010, pp. 56-57) [6] La “ideología del mestizaje” encuentra también otros obstáculos: «El racismo no ha desaparecido; habiendo sido predominantemente antiindígena, ha pasado a ser un racismo dirigido fundamentalmente contra los sectores mestizos de la población» (Manrique, 1999, p. 29).
Bibliografía
1. Ansion, J. (2007). La interculturalidad y los desafíos de una nueva ciudadanía. En J. Ansión & F. Tubino (Eds.), Educar en ciudadanía intercultural: experiencia y retos en la formación de estudiantes universitarios indígenas (pp. 37-61). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Recuperado de http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/53738
2. Callirgos, J. (1993). La cuestión del otro (y de uno) [Artículo]. Recuperado de https://centroderecursos.cultura.pe/es/registrobibliografico/la-cuesti%C3%B3n-del-otro-y-de-uno
3. Casuso, G. (2019). Exclusión. En C. Alegría (Ed.), Manual de principios y problemas éticos (pp. 183-201). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
4. Manrique, N. (1999). Algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión nacional [Artículo]. Recuperado de https://centroderecursos.cultura.pe/es/registrobibliografico/algunas-reflexiones-sobre-el-colonialismo-el-racismo-y-la-cuesti%C3%B3n-nacional
5. Tubino, F. (2007). Ética y cultura. En M. Giusti & F. Tubino (Eds.), Debates de la ética contemporánea (pp. 77-120). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Recuperado de http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/134448
6. Tubino, F. (2019). Interculturalidad. En C. Alegría (Ed.), Manual de principios y problemas éticos (pp. 203-217). Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
7. Zavala, V. & Córdova, G. (2010). Decir y callar: lenguaje, equidad y poder en la universidad peruana. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Recuperado de http://repositorio.pucp.edu.pe/index/handle/123456789/53629
Comments